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sábado, 6 de agosto de 2016

Neoliberalismo y democracia: dos fechas clave (II)

En mi idea inicial sobre este serial del neoliberalismo hay muchos temas, algunos bien desarrollados y otros que son meras hipótesis que me hubiera gustado desarrollar. En el caso de esta entrada, estamos ante la primera opción. He estudiado dos fechas clave para el neoliberalismo y la democracia del siglo XX. Sin más dilación, estas dos fechas son 1945 y 1980. Obviamente, para el neoliberalismo y la democracia estas dos fechas clave tienen diferentes connotaciones.

El final de la Segunda Guerra Mundial muestra al mundo lo equivocados que estábamos frente a la naturaleza humana. Con motivo de no volver a repetir lo mismo, se creó la Organización de las Naciones Unidas (a día de hoy creo que esta ha fallado en su propósito inicial, pero es otro tema). La democracia, además, salió vencedora frente a delirios fascistas, excepto en España. Es curioso que se buscará una fórmula mixta entre el predecesor del neoliberalismo y la economía social. A partir de aquí, podemos decir con cierta seguridad que nace el progreso. Quien mejor lo hace es Estados Unidos, creando economía a partir de la ciencia y la tecnología.

Entre medias de estas dos fechas clave, llega un punto de inflexión: 1973, la crisis del petróleo. Aunque no tuviera nada que ver con la Gran Depresión, los efectos son más o menos parecidos. El sistema público pasa a ser incapaz, donde el neoliberalismo es más fuerte. En consecuencia, políticas asociadas al neoliberalismo empiezan a imponerse en forma de reducción de gasto público, privatizaciones y flexibilización laboral. Así llegamos a 1980: Reagan y Thatcher llegan al poder, imponiendo todo tipo de políticas económicas ligadas al neoliberalismo. Esto es lo que nos llega hasta hoy. ¿Por qué?

Desde 1945, la democracia entiende de la necesidad de unos derechos básicos de carácter social. Una serie de prestaciones que aseguran la plena participación de la sociedad en los asuntos públicos, derechos económicos, sociales y culturales cuyo garante es el propio Estado. Esto significa que hay una serie de ingresos en los Presupuestos que, irremediablemente, la democracia va a perder. Es el 1980 cuando aparecen las objeciones del neoliberalismo a los derechos sociales, proponiendo la desaparición de estos y condenando a la mayoría de la sociedad. Ante esto, la democracia se vuelve conservadora: el Estado deja de ser garante de aquello que después de la Segunda Guerra Mundial se impone.

El neoliberalismo es ayudado por la expansión del capitalismo, que busca la máxima ganancia a cosa de cualquier cosa. El mercado, que prioriza la reproducción del capital, no entiende los derechos sociales al modo de la democracia. Para capitalismo y neoliberalismo, los derechos son de tipo mercantil, adquiribles previo pago establecido por la ley de oferta y de demanda. Ante esto, la retórica del neoliberalismo expone al Estado como ineficiente frente al sentido común del mercado. El neoliberalismo dice que lo bueno para uno, es bueno para todos. Una extrapolación difícil de mantener, una retórica que es casi mitológica (lo explicaremos más adelante).

A partir de estas dos fechas clave que podemos entender la influencia del neoliberalismo en la democracia. El neoliberalismo lo único que puede entender es el beneficio económico, si algo no lo persigue (como los derechos sociales que la democracia proporciona) entonces ese algo (en nuestro caso, la democracia) es irracional. Como sé que esto puede ser un poco abstracto, en la siguiente entrada pondré un ejemplo concreto del neoliberalismo y la democracia enfrentados.

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